domingo, 1 de agosto de 2010

Hola desde Jerusalem

A mis queridos amigos, que preguntan cómo fue el viaje y la llegada a Eretz Israel:

Gracias a Di-s, son muchos los que preguntan sobre este viaje de aliá y me pareció más práctico
(deformación profesional de ingeniero), escribir por este medio, que mandar a cada uno con copy-paste (lo cual, a su vez, me parece bastante trucho).

Antes que nada, el título del blog se lo debo a Rab Ioshúa F. que en mi despedida de la Ieshivá, compuso esta frase. En realidad, él me pidió que le cuente la primera parte de la historia (que abarca unos 20 años como mínimo); ojalá algún dia tenga tiempo y ganas de completar esa primera parte, mientras tanto, empecemos por el final (que como muchos finales, no es sino el principio de otra cosa).

Creo que es importante empezar, al menos, un par de meses antes de subir al avión y, en ese tiempo, rescaté muchas cosas.

Rescaté que hay mucha gente que nos rodea, a la que no le decimos nunca que la apreciamos y valoramos, sólo porque los vemos todos los dias. Quizás, por el contrario, podemos enojarnos con sus faltas y lo que consideremos criticable, y no nos detenemos ni un momento a pensar qué importante es para nosotros y como sentiríamos su falta.

Así que fue muy grato tener la oportunidad de reconocer eso y poder decir y escuchar afecto a y de la gente que lo rodea a uno; a veces más de lo esperado, a veces menos, pero, en cada caso, una toma de conciencia importante sobre cada relación con otro ser humano.

También aprendí que uno de los principales enemigos del ser humano es la comodidad. Que hay muchas cosas que quisiéramos hacer y no hacemos, por la maldita comodidad; y que debiéramos aprender a no apegarnos tanto a ella, es más, quizás a combatirla.


Una vez me contaron de un rabino que se había comprado auto, pero que viajaba con el sombrero puesto (con la incomodidad resultante), sólo para no tomarle el gustito. En aquel momento me pareció una tontería... hoy no estoy tan seguro. No sé si debiéramos incomodarnos a propósito, pero, por lo menos, no aferrarnos a tantas cosas que, por hacernos sentir bien, nos atan y no nos dejan salir: ntra. casa, auto, aire acondicionado, poder llamar a la secretaria para pedirle algo y que nos haga caso, saber adonde recurrir ante cada necesidad... en síntesis, tener la vida "resuelta".

Muy lindo, pero ante la "amenaza" de que cambiemos algo de eso, todo nuestro homus comodatis, se rebela y... nos quedamos donde estamos.

Eso lo sentí conmigo mismo, dado que me dí cuenta que mi mayor freno al cambio de vida que me estaba proponiendo, el cual era un sueño de varios años, y un salto a un universo de posibilidades nuevas... era ensombrecido por los fantasmas de lo desconocido, frente a la "certezas" de lo conocido (como si en mi vida no hubiera habido certezas que se desmoronaron de un momento a otro).

Bueno, subamos al avión.

Vuelo tranquilo, sin sobresaltos, que comenzó en Ezeiza a las 13:30 del martes 27 de Julio y terminó en Tel
Aviv el miércoles 28 de Julio a las 14:45 hs, previa escala en Roma, demoras y otras yerbas típicas.

Me impresionó Italia desde el cielo, todos los campos de un relieve bastante irregular, siendo regados en forma artificial. No sé... me pareció un símbolo de adelanto, de esfuerzo, de organización... diferente de lo que uno está acostumbrado.

Y me impresionó Israel, la densidad demográfica, los pueblos y ciudades que están por todos lados y, sin embargo, sigue habiendo lugar para que volvamos todos, todos los de afuera que las profecías dicen que volverán...

Al llegar al aeropuerto, nos recibió gente de Sojnut (o alguna de las organizaciones que colaboran con el movimiento de aliá, que son tantas, que ya no sé qué hizo/hace cada una).

Nos recibió y nos subió a un colectivo que nos llevó a la terminal vieja; sí, porque hay una nueva que, según el Sr. que viajaba al lado y que había ido a la Argentina a buscar a su papá de 89 años, hace poco no estaba.

Dicho sea de paso, él me contaba que viaja y que nota que, cuando en un país se construye una casa acá y otra allá, en Israel se construye un barrio; a esa velocidad crece y se construye.

Llegamos más de 50 olim (los que hacen aliá) de Argentina más algunos de Chile y Uruguay. En la terminal vieja nos encontramos con gente de México y de otros países que estaban viviendo la misma aventura que nosotros.

Ahí nos tomaron unos datos y nos dieron la Teudat Olé que... no sé aún qué es, pero parece ser algo así como una credencial de inmigrante, con foto y todo. También nos dieron algo de dinero que forma parte de la ayuda que da (no sé... el estado, supongo) a los que vienen a vivir a Israel.

No sé si otros paises harán eso, invitar y ayudar económicamente (con pasajes, asesoramiento y plata) a quienes tienen derecho de vivir en ese país.

Mientras esperábamos, había teléfonos para llamar a conocidos o parientes y una PC conectada a internet para... lo mismo.

Luego volvimos a la terminal nueva a reconocer ntro. equipaje y abordar un colectivo (varios a esta altura) que nos llevara a Jerusalem. Eso fue medio largo porque siempre hay una valija que se pierde y cosas parecidas, de manera que salimos del aeropuerto, pasadas las 20 hs hora local.

Llegamos al Hotel Ramada de Jerusalem (varias estrellas; no las conté pero eran varias); directo a cenar y, luego, vino gente del Ministerio del interior (creo) a tomarnos los datos para la Teudat Zehut (el documento de identidad de Israel).

Algo interesante es que uno puede cambiar su nombre cuando emigra a Israel (no averigüé mucho por qué; supongo porque, en general, uno tiene un nombre en hebreo distinto del nombre con que lo registran en el documento del país de origen). La cuestión es que un funcionario te pregunta "¿Cómo te querés llamar?"... y no es una pregunta que uno espera (al menos, yo no la esperaba).

Luego (recién luego de todo eso) a rezar el rezo de la noche e irse a dormir que, para este momento, ya era muy tarde.

A la otra mañana, me levanté a las 6 para rezar (era jueves así que se leía la Torá, de manera que iba a tardar un poquito más), e ir a desayunar que, a las 9 iba a empezar un dia bastante intenso.

Eso fue otra sorpresa; yo me había predispuesto a rezar sólo o con algún otro madrugador, ya que, de acuerdo al cartel que había en la sinagoga del hotel, el primer servicio empezaba a las 7:30 hs.

Cuando llegué al templo, éramos 6, pero 5 min después, había 20 personas, de distinta índole (pocos de ntro. grupo de olim); altos, bajos, negros, pelirrojos, de barba o sin ella, con sombrero o sin él, un par de soldados, algunos americanos infaltables y... algunos argentinos también.

Es una sensación rara y conmovedora que se junte un minián en forma espontánea, de gente desconocida y, en ese momento, se juntan para rezar. En un momento único e irrepetible, 20 personas que no se conocen, con realidades absolutamente diferentes, que sólo comparten un lugar físico en un instante dado, que sólo Di-s sabe porqué llevó a cada uno a ese lugar, en ese momento, forman una unidad, para rezar juntos, agradecer y pedir a Di-s, por las necesidades propias y comunes.

Luego el desayuno (espectacular, debo decirlo) y empezó la feria; previas palabras de bienvenida e instrucciones de todas las instituciones participantes (como por ej. el Ministerio de Absorción; hasta ese punto es importante el movimiento de aliá para Israel que tiene un organismo con rango de ministerio, dedicado a esos asuntos).

Esa feria estaba organizada para que, en un solo dia, el inmigrante resolviera una buena parte de todas las cuestiones burocráticas necesarias de ingreso al país. Estaban representantes de las distintas obras sociales para que uno pudiera comparar los distintos servicios y eligiera una de ellas, una oficina móvil del correo, conectado por internet con el sistema central, para tomar el pago de inscripción a la obra social (que en Israel se hace en el correo).

Representantes de los principales bancos para que uno elija donde abrir su cuenta bancaria (importante porque la cuenta bancaria es el lugar donde se realizan los aportes de ayuda al inmigrante y de donde se debitan los servicios que él contrata).

Representantes de distintas organizaciones públicas y privadas que dan servicios al inmigrante (de orientación, para encontrar trabajo, o armar emprendimientos, etc, etc), muchos de ellos formados por voluntarios, representantes de la aduana que asesoraba a quien se traía sus enseres personales y hasta de las compañías de celulares, para que uno contrate el servicio de la compañía que más lo convenciera.

Y todo eso, con funcionarios que hablaban español (y francés porque a los 200 y pico olim de sudamérica, se agregaron 500... sí, 500 olim de Francia) para hacer, aún más fácil, los trámites en cuestión.

Mientras tanto, había un espacio con actividades para los niños pequeños que no querían saber nada de ningún trámite burocrático.

Al final, salimos de ahí con obra social, cuenta bancaria, celular y el documento de identidad !!!

Absolutamente maravilloso; a 24 hs de entrar al país, ya éramos ciudadanos, con los mismos derechos de quienes nacieron acá.

Sólo al salir y hablar con amigos que tuvieron que pasar semanas haciendo trámites en oficinas públicas y explicando sus temas en hebreo, empecé a agradecer lo fantástico que hubieran organizado una jornada así.

Y al otro dia, cuando casi me hierve la cabeza al cruzar una calle por el calor del verano de medio oriente, agradecí mucho más, que hubiéramos podido hacer todo eso, en un solo dia, en un hotel de varias estrellas (no sé cuantas pero eran varias), con aire acondicionado.

Muy llamativo la relación que se armaba con cada funcionario de cada empresa u organización. Inclusive que sea una empresa privada y la persona estaba ahí porque era su trabajo y la habían mandado porque hablaba castellano (o francés); sin embargo, la relación era personal: "en lo que los pueda ayudar", "no voy a estar con Uds. porque no es mi zona, pero tomá mi teléfono particular", "mirá, te conseguí la cartilla de médicos que hablan español" (detalle no menor, una vez, en Alemania, tuve que explicarle a "unA "doctorA" que tenía hemorroides y no fue nada simple...).

Se podría decir que, como un altísimo porcentaje de israelíes, esa persona habría pasado por lo mismo que estaba pasando uno en ese momento, pero no sé si todos los que atravesamos una situación dada, se nos genera tal nivel de empatía, comprensión y compromiso con quien pase por algo similar.

Por supuesto que no fue todo idílico, siempre hay alguien que se mete en la fila, un orden de turnos que se desbanda, algo que te dicen mal (o entendés mal) y hacés una macana; pero el balance es absolutamente positivo.

Bueno, acá termina la historia; o, mejor dicho, recién comienza. Ésto fue sólo el desembarco.

Si tengo tiempo, y si hay ganas de leerlo, escribo más en el futuro.

Abrazos y saludos.

Un pampeano en Jerusalem.

1 comentario:

  1. Bs'D

    Hola Abraham!!! Gracias por dedicarnos tiempo para escribir y contarnos tu experiencia. Que Hashem les de brajá y atzlajá rabá en todo en esta nueva etapa. Cuando puedas esperamos compartas algunas fotos!!!

    Todo lo mejor!

    Desde la city porteña,

    Iojanan.

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